martes, 14 de marzo de 2017

UMEAREN ATXIKIMENDUA.

Klasean ikusi dugun moduan, ume guztiak bere bizitzan zehar pertsona desberdinengan atxikimendua izaten dute. Interneten ibiltzen nengoela, interesgarria iruditu zaidan albiste bat irakurri dut. Albiste honetan, 4 urteko ume baten egoera azaldu egiten dute, bere guraso biologikoekin bueltatu egin dena, 18 hilabete dituenetik beste familia batekin egon dena. Hau irakurtzean, atxikimendua burua etorri zait.

Badakigun moduan, ume guztiak bere gurasoetan arreta jarri egiten dute eta haiengan lotetsi egiten dira. Adinaren arabera, atxikimendua, umea bere gurasoekin lotu egiten du, bere erreferentzia irudiak baitira. Gurasoek umeari segurtasuna, ulermena, beroa, esperantza… ematen dio umeari,gainera, bere gurasoak ez badaude, umeak beldurra sentitu egiten dute, eta negarrez hasten dira. Umeak erreferentzia pertsona hauek ez dituenean, umean arazoak sortu egiten dira.

Prozesu hau, ez da egun batean gertatzen den prozesua, baizik eta hilabeteak eta urteak daramatzan prozesua da, bestela ez da guztiz garatuko. Hortaz, albistean hitz egiten den umearen kasuan, umearentzat prozesu zail bat da, bere erreferentzia irudiak adopzio gurasoak izan direlako, eta orain, beste erreferentzia irudiak bilatu behar dituelako bere ama biologikoan.

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El caso del menor devuelto a su madre biológica provocará «un daño emocional» a las familias

El psiquiatra Julio Bobes asegura que los padres preadoptivos han sufrido una pérdida «como si hubiera fallecido un hijo»

2016/09/18 16:45 h.


La decisión de la Audiencia Provincial de Oviedo de reintegrar al menor Juan Francisco a su entorno familiar materno en Oviedo y su separación de los padres preadoptivos con los que ha vivido desde los 18 meses hasta ahora, con cuatro años cumplidos, en Valencia, provocará un daño psicológico y emocional que requerirá un tratamiento específico a cargo de profesionales. Esta es la opinión personal del catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo, Julio Bobes, al abordar esta problemática para casos generales, ya que puntualiza que su conocimiento de la situación de ambas familias le viene exclusivamente a través de los medios de comunicación social. 
«Los niños, como todos los mamíferos, tienden a vincularse y fijarse en las figuras paternas. El apego es una situación que vincula al niño con sus figuras de referencia, según la edad. Al principio es una figura familiar. Los niños tienden a abrazarse a esa figura, porque les da seguridad, les permite encontrar lo que esperan, les da calor y comprensión y conviene que incorporen las figuras de una en una y en eso no se tardan días, sino meses. Son procesos que se van produciendo progresivamente y necesitan tiempo», ilustra. Cuando el niño no tiene esa referencia o la pierde, empiezan los problemas. Y en el caso de Juan Francisco confluyen varias circunstancias: pese a su corta edad, ha estado ingresado en un centro de acogida ?la sección de Menores del Centro Materno Infantil-, a los 18 meses es trasladado con una familia y, dos años y medio después, es integrado con su familia biológica, en otra ciudad y en otro entorno.
Las posibles secuelas
¿Qué secuelas puede sufrir un niño de cuatro años que lleva desde los 18 meses acogido por una familia a la que se lo han medio atribuido transitoriamente para cuidarlo y debe empezar de cero cuando su madre biológica lo reclama? Y si se da el caso inverso y el Tribunal Supremo, que debe resolver el recurso de casación de la familia preadoptiva, la Fiscalía Superior de Asturias y el Principado acuerda su regreso a Valencia y se produce otra nueva ruptura del vínculo con su familia materna y debe reincorporarse con sus padres preadoptivos, ¿el daño será irreversible? Son preguntas para las que Julio Bobes ofrece respuestas, aunque no obvia que todas las partes en conflicto sufrirán daños por esta situación compleja que están viviendo. 
 «El daño puede ser para el niño, para los padres de acogida y para la madre biológica. Por un lado, para la familia que lo estuvo cuidando desde los 18 meses, que se había ilusionado, volcado con él y ya había proyectado que eso era así de claro, aunque en su día le dieran un papel donde le decían lo que podía pasar y que ha pasado, aunque nadie lo quiere leer, y de repente tienen una notificación del juzgado que dice que se quedan sin él para ellos es una puñalada. Pero, ¿quién va a pensar que después de unos años, esa chica, que tuvo a su hijo con 15 años, estaba en un centro de acogida ahora mejora esas condiciones de vida y reclama a su hijo porque tiene derecho? También el daño es para el niño porque debe empezar a incorporar como figura materna a su madre biológica y a su vez también es para ésta porque se le privó del niño», explica. 
Para el prestigioso catedrático de Psiquiatría, cuantos más años pasen, más difícil y traumático puede ser el retorno. Reconoce que en situaciones donde los niños presentan carencias de todo tipo, bien porque están en familias desestructuradas, han perdido a sus padres o están abandonados, los centros de acogida son «un mal menor porque si no hay ni siquiera un centro de acogida las condiciones fisiológicas del menor (alimentación, vestimenta?) serían bastante peor».
La labor de los centros de acogida 
Ensalza la labor de los profesionales que integran los equipos multidisciplinares que atienden a estos menores en los centros de acogida por su gran empatía y sensibilidad, además de su gran profesionalidad a la hora de realizar su trabajo. «Con los centros de acogida se evita un problema mayor, porque los profesionales prestan muy bien la parte fisiológica y su aportación a los cuidados del niño es muy importante. Pero al final los niños saben que no es exactamente lo mismo que tener esa figura paterna y eso genera problemas a cualquier niño, sea hijo de quien sea y el rotarlos de un lado a otro no es conveniente», señala. 
En opinión del especialista, unos «padres prótesis» son mejor para el menor que estar en un centro de acogida, pero es indiscutible que los derechos civiles «son los derechos civiles y casos extremos como éste lleva a reflexionar sobre cómo se puede hacer esto mejor. Está claro que de la forma menos traumática posible». Y, a su juicio, para ello debería aceptarlo la familia preadoptiva, que es la que recibe «un daño tremendo, porque son personas que aunque no tengan patología psiquiátrica de ningún tipo, esta pérdida que tienen que ir aceptando progresivamente produce mucho daño. Ha tenido una pérdida como si hubiera fallecido un hijo y hay que trabajar a esa familia como si hubiera tenido una pérdida real, como si hubiera fallecido por cualquier motivo», mientras que al niño y a la madre biológica hay que «apoyarles. 
Julio Bobes ha realizado numerosas periciales y ha intervenido como perito en multitud de vistas de juicios. Su experiencia le lleva a asegurar, con rotundidad, que las decisiones judiciales no son tomadas a la ligera. Recalca que sus declaraciones responden a parámetros generales, ya que no ha intervenido directamente en el caso de Juan Francisco, ni conoce personalmente a la familia materna, ni a la familia preadoptiva. «En otros casos similares, antes de dar ningún paso, los jueces piden estudios psicológicos que le hayan hecho al niño, estudios sobre el estado socioeconómico, estado de salud física y mental de la madre biológica y con todos esos informes, el juez decide. Pero siempre tiene presente que la madre biológica no ha perdido a su hijo porque haya sido un desastre o por una insuficiencia de medios. La madre no deja de ser madre. Para que los jueces digan que el menor vuelva con la madre biológica tienen que haber comprobado, previamente, una serie de extremos, como que no tenga problemas mentales graves, que sea competente para cuidar a un niño pequeño y que tenga posibilidades de darle alimentos, vestirlo, etcétera. Cuando un juez devuelve un niño a una madre que anteriormente tuvo una situación desastrosa no lo hace por decreto, sino que se apoya en todas las evaluaciones en los distintos frentes y la van a seguir con ánimo de incorporarle a ese hijo».


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